sábado, 13 de noviembre de 2021

Segunda parte: la naturaleza del lobo estepario






Todo género humano tiene sus rasgos, características, cualidades y defectos, así como su pecado mortal. A las características del lobo estepario pertenecía el que era un individuo nocturnal. Para él, la mañana era nocivo periodo del día, le atemorizaba y jamás le dejó algo agradable. Jamás se encontró realmente alegre en una mañana cualquiera de su vida, nunca hizo algo bueno en las horas que preceden al mediodía, jamás se le ocurrieron buenas acciones ni logró proporcionarse así mismo ni a los demás alegrías en esas horas.

Jamás un hombre ha tenido la necesidad más profunda y apasionada de independencia que él. Durante su juventud, siendo pobre y costándole trabajo ganar su alimento, prefería soportar hambre y vestir harapos, si de esta manera lograba un poco de independencia. Nunca se vendió por dinero ni comodidades, ni a mujeres ni a poderosos; en más de cien ocasiones tiró y apartó de sí lo que a los ojos de todo el mundo constituía sus excelencias y ventajas, para conservar a cambio su libertad.

Ninguna obsesión le era más despreciable e insoportable que la de ejercer un puesto, someterse a una distribución del tiempo, acatar las órdenes de otras personas.  

En esto residía su fortaleza y su virtud; aquí era severo e incorruptible; aquí era su temperamento imperturbable y honesto. Sin embargo a esta cualidad estaban profundamente ligados su sufrimiento y su sino. Le ocurría lo que le acontece a todos; lo que él, por un impulso muy profundo de su ser, buscó y deseó con la mayor tenacidad, logró obtenerlo, sin embargo, en mayor medida de la que es conveniente a los hombres. En un principio fue su sueño y su dicha, luego su acerbo destino. 

En medio de la libertad conseguida se dio muy pronto cuenta Harry [quien es un lobo estepario] de que esa su independencia era su muerte, que se encontraba solo, que el mundo lo abandonaba de una manera aviesa, que los hombres no le importaban nada; es más, que él mismo a sí tampoco, que paulatinamente iba ahogándose en una atmósfera cada vez más tenue de falta de trato y aislamiento. Porque ya resultaba que la soledad y la independencia no eran su afán y su propósito, eran su sino y su castigo, que su mágico deseo se había cumplido y ya no era posible retirarlo, que ya no servía de nada extender los brazos abiertos lleno de melancolía y con el corazón repleto de buena voluntad, brindando solidaridad y unión; ahora lo dejaban solo.

Y no es que fuera aborrecible y abominable e insoportable a los demás. Al contrario, tenía bastantes amigos. Muchos lo querían bien. 

Sin embargo, siempre era sólo encanto y cortesía lo que hallaba; lo convidaban, le hacían obsequios, le enviaban bonitas cartas, empero nadie se le acercaba espiritualmente, por ningún lado surgía avenencia con nadie, y nadie estaba dispuesto ni era capaz de compartir su vida. Ahora lo envolvía la soledad, un ambiente sereno, un alejamiento total de quienes lo rodeaban, una incapacidad de relación, contra la cual no podía nada ni la voluntad, ni el afán, ni la melancolía. Este era uno de los caracteres más importantes de su vida.

Otro era que había que clasificarlo entre los suicidas. 


El lobo estepario
Hermann Hesse

Ver Tercera Parte

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