sábado, 6 de noviembre de 2021

Primera parte: la naturaleza del lobo estepario

 



El lobo estepario tenía por tanto, dos naturalezas: una humana y otra lobuna; ése era su destino.

En él no corrían en paralelo el hombre y el lobo, y mucho menos se daban un apoyo recíproco, sino que se odiaban tenaz y mortalmente. Cada uno vivía únicamente para martirio del otro, y cuando dos son enemigos mortales y se encuentran en la misma sangre y son parte de una misma alma, entonces resulta una vida insoportable.

Habitualmente era muy desdichado, eso no puede negarse, y también podía hacer miserables a otros, en particular si los amaba y ellos a él. Dado que quienes le tomaban afecto, no veían nunca en él más que uno de los dos lados. Algunos lo querían como hombre distinguido, talentoso y excepcional y se quedaban decepcionados cuando de repente descubrían en él al lobo. Y esto era irremisible, pues Harry quería, como toda creatura, ser amado en su totalidad y no podía, por lo mismo, primordialmente ante ellos cuyo afecto le importaba mucho, ocultar al lobo y rechazarlo. Pero igualmente había otros que justamente amaban en él al lobo, particularmente a lo natural, bestial, ingobernable, peligroso y violento, y a éstos, a su vez, les producía una asombrosa desilusión y tristeza que espontáneamente el feroz y malvado lobo fuera también un hombre que tuviera dentro de sí afanes de generosidad y de ternura y quisiera asimismo escuchar a Mozart, leer versos y tener ideales de humanidad. Especialmente éstos eran, por lo general, los más defraudados e iracundos, y de ese modo llevaba el lobo estepario su propia duplicidad y discordia interna también a todas las existencias extrañas con las que se ponía en contacto.

En el caso de Harry no dejaba de haber excepciones y momentos dichosos, que él podía dejar respirar, pensar y sentir alguna vez al lobo y alguna vez al hombre con libertad y sin distinguirse, es más, que en instantes muy extraños, hacían los dos las paces y vivían juntos en amor y compañía, de una manera que no solamente dormía el uno cuando el otro velaba, sino que ambos se fortalecían y cada uno de ellos duplicaba el valor del otro. 


El lobo estepario
Hermann Hesse

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