lunes, 3 de noviembre de 2025

Capítulo 4. Desierto

 



No sé por dónde empezar. No sé cómo contar mi historia sin sentir repulsión y disgusto por la magnitud de mis pensamientos. Alguien como yo, no puede ser una buena persona, por eso acepto la culpa, y con ella, mi castigo. En estos pensamientos se ha forjado mi infierno… es mi culpa, y de nadie más. 

“Abandona toda esperanza” comienza como un sutil susurro, que termina convirtiéndose en un estruendoso eco… Una vez que resuena en el alma, no hay marcha atrás. Desde hace años, es lo único que escucho. En este desierto, ya no quedan escombros que levantar; sólo queda arena. Sólo puedo observar cómo cada grano se desliza entre mis manos, arrastrado lejos de mí por las duras corrientes de viento… 

“Una vez más ahí se desvanece un antiguo imperio, a causa de otro frágil soberano que no pudo defenderlo."



BMA 




Capítulo 3. Oscuridad

 



No recuerdo mucho mi infancia. Sólo quedan imágenes dispersas y emociones persistentes que resisten el paso del tiempo. A menudo me preguntaba cómo es que los malos momentos logran quedar tan profundamente grabados, mientras que “los buenos” son apenas una leve fragancia, una estela de humo que, con el tiempo, se desvanece sin dejar rastro. He llegado a la conclusión de que los malos momentos marcan nuestra alma con tal violencia, que 'los buenos', ante el peso de esta conmoción, se ven desterrados: relegados al olvido, son incapaces de borrar el dolor ya arraigado. Ese dolor ha conquistado mi alma… la parte vital de mi existencia. 

El dolor camina con bravura en mis senderos, y mis senderos ya no conducen a ningún lado. Sus pisadas firmes han destruido mi hogar, y ahora vago en mi propia tierra, donde ya nada me es familiar. 

Mi alma, hambrienta, mutilada y enferma, contempla desde el acantilado un final que se aproxima. Siempre supe que, algún día, al ponerse el sol, bajo esta eterna oscuridad, finalmente, sin dudarlo, saltaría hacia el vacío. 

Esta oscuridad es todo lo que veo. Y este ruido, este incesante eco de la conmoción del alma, es todo lo que escucho. Aquí, no existe el silencio. La oscuridad en la que habito no abriga, no calma. Esta oscuridad sólo me aterra, clava ferozmente sus garras, desgarrando huesos, devorando almas. 



BMA


Capítulo 2. Consciencia

 


Soy consciente. Sé cuál fue la causa de este eterno malestar, y también sé cuáles fueron los sucesos que lo alimentaron. Sé exactamente cuándo inició todo. Es tan raro ser tan consciente de todo y, aun así, no poder hacer nada al respecto. No tengo idea de qué hacer ni de cómo enmendarlo. En algún punto me di por vencida. Me siento derrotada, como si ya no hubiera más por hacer. Conozco todo, sé que no hay remedio, y solo quiero que todo termine. Aunque intento olvidar, los recuerdos me invaden, dejándome sin aliento.

“¿Por qué no puedo olvidar? ¿Por qué no me permito olvidar? ¿Por qué torturarme y castigarme por los pecados de alguien más? ¿Por qué lastimarme tanto?” Desde mi perspectiva, el único error fue haber confiado, haber pensado que podía apoyarme en alguien... Desde el inicio, nada estuvo bien.

No puedo evitar sentir tanto dolor. No puedo controlar lo que siento. No puedo perdonar ni perdonarme. No puedo vivir fingiendo que nada pasó. No puedo verlos a la cara sin sentirme decepcionada. Hay días en los que no puedo ver mi reflejo sin sentirme hastiada. Mi nombre, mi cuerpo, mi mente y mi alma... Simplemente quisiera borrar todo rastro de mí. En ocasiones, no puedo evitar odiarme tanto.


Capítulo 3. Oscuridad

 


BMA


Capítulo 1. Perspectiva



     Si miro en retrospectiva mi vida, hay mucho de lo que me arrepiento. Constantemente me encuentro imaginando qué hubiera sido de mí si, en cada instante de mi absurdo pasado, hubiera tomado otro camino. “¿Acaso fueron mis malas decisiones las que me hirieron tanto?" Poco a poco perdí la fe en mí. Mi cuerpo ya no reacciona; se mantiene quieto, paralizado por el miedo. Una mala elección, un paso en falso, unas palabras mal empleadas... pueden detener toda una vida.

    No sé realmente cuál debe ser mi postura: ¿fui yo? ¿Fueron las otras personas? Sigo buscando culpables. Siendo sincera, no creí que mi vida pudiera tomar este rumbo. Traté desesperadamente de convertirme en una versión de mí que pudiera amar, alguien en quien pudiera confiar. Quería ser una persona que disfrutara vivir, que sonriera alegremente. Ni siquiera pude cubrir mis propias expectativas. Con los años, el vacío solo iba creciendo, y aquella imagen se desvanecía.

    Todo es cuestión de perspectiva, o eso quiero creer. Desde el inicio, no pude encontrar un buen ángulo desde el cual admirar la vida. Tuve un mal comienzo; así es como voy a plasmarlo. Me desesperé, me apresuré, y las consecuencias causaron estragos. Aún camino entre los escombros de mis decisiones impulsivas. Uno no puede perderse a sí mismo en el proceso; yo me perdí creyendo que avanzaba hacia la felicidad. En aquel tiempo estaba hambrienta, deseando desesperadamente ser amada. Deseaba con toda mi alma ser imprescindible para alguien. Pero me di cuenta de que, entre más me aferro, entre más corro desesperadamente, más me alejo de aquello que anhelo.

    Tengo tanto miedo. Siempre pensé que, en algún momento, al extender la mano buscando alivio, alguien se aferraría a ella. Pero nadie llega, y la espera se ha vuelto eterna. Me veo, una y otra vez, luchando desesperadamente por salir de esa corriente que me arrastra sin piedad. Nadie tomará mi mano. Nadie jamás la tomó. Sólo miraron curiosos, preguntándose si alguien puede ser realmente capaz de ahogarse en aguas tan poco profundas... ¿Acaso es mi falta de perspectiva la que distorsiona toda mi realidad? No puedo nadar en aguas poco profundas. Quizá luzca patética. Me siento patética.

    Ni siquiera sé por qué lucho tan desesperadamente. Se ha vuelto un hábito que no me trae más que agotamiento y hastío.

    Mucho se habla del amor propio, de no esperar que otros lleguen a salvarte. Uno mismo debe ser su propio impulso. Cuando sanes, dicen, quien deba estar a tu lado llegará. Pero no puedo evitar pensar que nadie llegará. Llevo más de treinta años tratando de salvarme, y mi voluntad se tambalea una y otra vez. Desearía ser lo suficientemente fuerte para levantarme. Algo impulsa mi cuerpo hacia la tierra; aunque logre ponerme de pie, mis débiles piernas se verán forzadas a permanecer en el mismo lugar y cederán al peso de mi desfallecido cuerpo.

    Me di cuenta hace mucho de que la vida en este mundo se ha vuelto mi cárcel, y mi mente no es más que mi infierno. Ahora entiendo que el cuerpo no es más que la cárcel del alma, y que esta, solo quiere huir en busca de tranquilidad.

    Estoy cansada de todo esto… quiero dejar de luchar.

Capítulo 2. Consciencia 


BMA


Capítulo 4. Desierto

  No sé por dónde empezar. No sé cómo contar mi historia sin sentir repulsión y disgusto por la magnitud de mis pensamientos. Alguien como y...