[...] la risa de los imperecederos. No tenía fin esta risa, no era más que luz y claridad, era lo que queda cuando un hombre real ha cruzado los tormentos, los vicios, los errores, las pasiones y las equivocaciones del género humano y penetra en lo eterno, en el espacio universal. Y la "eternidad" no era otra cosa que la liberación del tiempo, era en cierto modo su vuelta a la inocencia, su retransformación en espacio.
El lobo esteparioHermann Hesse
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