Si miro en retrospectiva mi vida, hay mucho de lo que me arrepiento. Constantemente me encuentro imaginando qué hubiera sido de mí si, en cada instante de mi absurdo pasado, hubiera tomado otro camino. “¿Acaso fueron mis malas decisiones las que me hirieron tanto?" Poco a poco perdí la fe en mí. Mi cuerpo ya no reacciona; se mantiene quieto, paralizado por el miedo. Una mala elección, un paso en falso, unas palabras mal empleadas... pueden detener toda una vida.
No sé realmente cuál debe ser mi postura: ¿fui yo? ¿Fueron las otras personas? Sigo buscando culpables. Siendo sincera, no creí que mi vida pudiera tomar este rumbo. Traté desesperadamente de convertirme en una versión de mí que pudiera amar, alguien en quien pudiera confiar. Quería ser una persona que disfrutara vivir, que sonriera alegremente. Ni siquiera pude cubrir mis propias expectativas. Con los años, el vacío solo iba creciendo, y aquella imagen se desvanecía.
Todo es cuestión de perspectiva, o eso quiero creer. Desde el inicio, no pude encontrar un buen ángulo desde el cual admirar la vida. Tuve un mal comienzo; así es como voy a plasmarlo. Me desesperé, me apresuré, y las consecuencias causaron estragos. Aún camino entre los escombros de mis decisiones impulsivas. Uno no puede perderse a sí mismo en el proceso; yo me perdí creyendo que avanzaba hacia la felicidad. En aquel tiempo estaba hambrienta, deseando desesperadamente ser amada. Deseaba con toda mi alma ser imprescindible para alguien. Pero me di cuenta de que, entre más me aferro, entre más corro desesperadamente, más me alejo de aquello que anhelo.
Tengo tanto miedo. Siempre pensé que, en algún momento, al extender la mano buscando alivio, alguien se aferraría a ella. Pero nadie llega, y la espera se ha vuelto eterna. Me veo, una y otra vez, luchando desesperadamente por salir de esa corriente que me arrastra sin piedad. Nadie tomará mi mano. Nadie jamás la tomó. Sólo miraron curiosos, preguntándose si alguien puede ser realmente capaz de ahogarse en aguas tan poco profundas... ¿Acaso es mi falta de perspectiva la que distorsiona toda mi realidad? No puedo nadar en aguas poco profundas. Quizá luzca patética. Me siento patética.
Ni siquiera sé por qué lucho tan desesperadamente. Se ha vuelto un hábito que no me trae más que agotamiento y hastío.
Mucho se habla del amor propio, de no esperar que otros lleguen a salvarte. Uno mismo debe ser su propio impulso. Cuando sanes, dicen, quien deba estar a tu lado llegará. Pero no puedo evitar pensar que nadie llegará. Llevo más de treinta años tratando de salvarme, y mi voluntad se tambalea una y otra vez. Desearía ser lo suficientemente fuerte para levantarme. Algo impulsa mi cuerpo hacia la tierra; aunque logre ponerme de pie, mis débiles piernas se verán forzadas a permanecer en el mismo lugar y cederán al peso de mi desfallecido cuerpo.
Me di cuenta hace mucho de que la vida en este mundo se ha vuelto mi cárcel, y mi mente no es más que mi infierno. Ahora entiendo que el cuerpo no es más que la cárcel del alma, y que esta, solo quiere huir en busca de tranquilidad.
Estoy cansada de todo esto… quiero dejar de luchar.